Un amplio equipo de cerca de 30 profesionales -entre ellos científicos(as), psicólogos(as), ingenieros(as) y periodistas-, todos y todas habitantes de la macrozona austral, se reúnen cada semana en encuentros virtuales liderados por el Dr. Juan Carlos Aravena, biólogo e investigador de la Universidad de Magallanes. Así, se ha ido desarrollando la iniciativa Nodo Ciencia Austral que busca contribuir al fortalecimiento del ecosistema de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación y que nace el año 2020 a través de una convocatoria levantada por la Agencia Nacional de Investigación en el contexto de la instalación del Ministerio de Ciencia y Tecnología en los territorios.
“El plan era que cada macrozona se auto organizara, bajo los objetivos que ANID pretendía, armando una red de colaboración en toda la macrozona y generar un diagnóstico, una hoja de ruta y después implementarla. En el caso de las regiones de Aysén y de Magallanes y Antártica chilena, la propuesta se articuló rápidamente, puesto que el capital humano es reducido a diferencia de las otras macrozonas más grandes donde es más difícil ponerse de acuerdo, en este caso la Universidad de Magallanes aceptó el reto y armó la propuesta invitando al Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), al Instituto Chileno Antártico (INACH) y a la Universidad de Aysén. Si bien el equipo inicial fue de solo cuatro instituciones, las bases de la convocatoria marcaban e impulsaban de que se tratara de una iniciativa colaborativa, por lo tanto el resto de instituciones se irían incorporando en el transcurso del proyecto”, comenta Aravena.
Así se dio vida al proyecto Nodo Ciencia Austral para la aceleración de impacto territorial de la Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI), que busca identificar brechas que limitan el desarrollo científico-tecnológico, establecer prioridades y proponer una estrategia con el fin de robustecer el ecosistema de CTCI de las regiones de Aysén y Magallanes y la Antártica Chilena. De esta manera, la realización de diversos diálogos, talleres y encuentros confluyeron en un diagnóstico transversal y específico sobre la macrozona que identificó las brechas, desafíos y capacidades en materia de CTCI. Para posteriormente continuar con la elaboración de la Hoja de la Ruta, un inédito instrumento de planificación macrozonal hacia el año 2030, que será presentada en los próximos meses. Así, comienzan a visualizarse los primeros resultados de este proyecto.
Masas críticas y pertinencia territorial
Uno de ellos, destaca el director del proyecto, Dr. Juan Carlos Aravena, es que se ha logrado implementar un trabajo articulado entre instituciones de las regiones de Aysén y de Magallanes y la Antártica Chilena. ”Al momento de comenzar a trabajar como equipo, ni siquiera nos conocíamos y si había algún vínculo era a nivel personal, no institucional, por lo tanto el Nodo logró forjar un trabajo colaborativo y de intercambio entre instituciones que anteriormente tenían una baja conexión, porque en nuestra macrozona usualmente trabajamos muy aislados, ya que somos grupos de investigación pequeños y con poca conexión entre sí.”
Durante el proceso diagnóstico, una de las brechas identificadas más fuertes que tienen las regiones australes es la masa crítica, no sólo de investigadores sino en todos los estamentos. “El diagnóstico fue un baño de realidad, en lo que respecta al capital humano, ya que la macrozona austral, es la más escasa en cuanto a número de habitantes del territorio, por lo que siempre estas regiones van en desventaja, respecto a otras, por todo ello la importancia de generar una mejor gobernanza y estar en sintonía con los gobiernos regionales y a partir de ahí se pueden aumentar las capacidades”.
“Masas críticas son de las necesidades que sabíamos, pero el trabajo del Nodo sirvió para sistematizar mejor las brechas y entenderlas de mejor forma”, agrega el director de CIEP, Giovanni Daneri. “Tendrías que multiplicar por 100 para empezar a tener la masa crítica que se requiere para abordar problemas tan complejos para la región de Aysén, como por ejemplo, la salmonicultura, lo que ocurre con la pesca, el tema energético, el tema social, salud, todo el tema de la contaminación, etc.”.
Cómo fue planteado y cómo se fue desarrollando el trabajo del Nodo Ciencia Austral ha sido parte de la evaluación positiva de los representantes de las instituciones que implementan este proyecto. “Lo interesante es que este trabajo sale desde abajo hacia arriba, aquí se juntaron los investigadores e hicieron un ejercicio en conjunto, un proceso que muchas veces se hacía al revés, desde el Estado. Nosotros mismos fuimos identificando las brechas y desafíos y proponiendo las líneas de investigación. Los científicos estamos siendo mucho más conscientes de la pertinencia que tiene que tener la investigación, y sobre todo la pertinencia regional. El Nodo ha ayudado a identificar esas necesidades”, comenta Daneri.
Planificar en red para la macrozona
Con esta iniciativa, se abrió un nuevo escenario, permitiendo que representantes de Aysén y de Magallanes y la Antártica Chilena, planificaran en conjunto el desarrollo de la ciencia, la tecnología, el conocimiento y la innovación para sus territorios. En esa línea, desde la Universidad de Aysén, la Encargada de la Unidad de Innovación, Tecnología y Transferencia, Andrea Foessel, destaca que la articulación lograda por el Nodo ha permitido “visibilizar las necesidades y brechas existentes, pero también nos ha ayudado a coordinarnos y a conversar, ha hecho que estas instancias sirvan para conectarnos, planificar, priorizar, qué es lo que queremos y qué es lo que podemos hacer como macrozona, para poder avanzar en instalar y potenciar un ecosistema en CTCI que entregue soluciones y nuevos conocimientos y que los transfiera a la comunidad”.
Por su parte, para el Instituto Chileno Antártico, relevan el aporte en materiales de análisis e investigación empírica sobre el desarrollo del ecosistema de CTCi de la macrozona Austral, que se ha logrado durante el transcurso del proyecto. “Particularmente, ha permitido cartografiar el campo del conocimiento de la ciencia antártica nacional; conocer en profundidad la participación de los centros de investigación en la producción científica; las redes de colaboración, el impacto de los instrumentos de financiamiento; y las brechas y desafíos en la macro zona austral. Todo ello, con el fin de orientar, en base a la evidencia, la toma de decisiones del quehacer antártico nacional y regional”, señala Elías Andrés Barticevic, investigador y jefe de la Sección Concursos del INACH.
El trabajo colaborativo entre diferentes actores de la sociedad, tanto civil como público, se ha visto marcado por el trabajo realizado desde la Secretaría Regional Ministerial de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, liderado por Verónica Vallejos, quien comenta acerca del impacto que el Nodo está teniendo en las regiones australes: "El trabajo que está realizando el Nodo de Ciencia Austral, en donde destaco su hoja de ruta, puede ser insumo para la toma de decisiones a nivel macrozonal, ayudando a delinear las prioridades que en ciencia, tecnología, conocimiento e innovación se espera sean abordadas. Por lo tanto, el trabajo del nodo para la macrozona es sumamente relevante, el cual en algún grado ya está siendo considerado, tanto por el Gobierno Regional de Magallanes y de la Antártica Chilena como por el Gobierno Regional de Aysén".
De esta manera, el Director Juan Carlos Aravena es enfático en señalar que -a 20 meses de implementación del Nodo- se han cumplido las expectativas con creces, ya que al principio no estaba nada claro que el proyecto fuera a resultar. “Las expectativas al inicio eran bajas en el sentido que nos parecía que era un ejercicio muy trabajoso, muy complicado y no estábamos seguros de que iba a tener alguna relevancia porque podía ser un trabajo meramente académico y sin demasiada influencia en lo que pasaba en el ecosistema de ciencia y tecnología. No necesariamente lo que uno está haciendo va a tener algún impacto. La trascendencia ha sido una pregunta recurrente que nosotros nos hemos estado haciendo desde el inicio”, señaló.
Proyecciones para un Nodo permanente
Con los meses de trabajo, a través de las distintas instancias participativas como el Comité de Coordinación Macrozonal y otros espacios que sumaron en total más de 300 actores del ecosistema científico-tecnológico del territorio, el quehacer del Nodo comenzó a alinearse con otros sucesos relevantes. Por ejemplo: “la instalación de las comisiones de ciencia y tecnología en cada una de las regiones y la función de los gobiernos regionales elegidos por primera vez que traían su propia agenda, esto enganchó muy bien con la agenda que Nodo estaba desarrollando. La buena evaluación que fue haciendo el Ministerio de Ciencia y ANID del desarrollo de los Nodos, sumado a los nuevos proyectos que han ido surgiendo. No obstante, esta iniciativa sigue siendo una apuesta”, enfatiza Aravena.
Ese ha sido otro de los grandes logros, que este trabajo articulado sea la base para postular nuevas iniciativas desde el mismo equipo interdisciplinario e interregional, entre ellos, el Nodo de fortalecimiento, los Laboratorios Naturales Subantárticos y un proyecto de Ciencia Abierta. Sumado a ello la proyección de un tercer año de Nodo, sobre la base de la nueva convocatoria que ANID acaba de abrir, para darle continuidad a los nodos con un mayor financiamiento. “Asegurar que el instrumento Nodo quede organizado de forma permanente, ese sí que es un resultado no esperado”, destaca el Director del proyecto.
Actualmente, en su segundo año, el equipo Nodo Ciencia Austral se encuentra trabajando en torno a tres ejes de acción, como resultado de los hallazgos y tendencias del diagnóstico realizado. El primero responde al diseño de un sistema de gobernanza que contrarreste el problema de fragmentación y fomente la articulación de los actores en la Macrozona. “Cada investigador y cada institución hace lo que puede por su cuenta, sin mucha vinculación en materia de ciencia y tecnología, por lo tanto, era necesario ordenar eso y darle un paraguas de organización o gobernanza”, comenta Aravena. El segundo eje apunta a desarrollar el concepto de ciencia abierta para democratizar el acceso a la información científica, con actividades que buscan construir capital social e incrementar el impacto territorial. En tanto, el tercer foco consiste en fortalecer las capacidades de gestión de iniciativas científicas, a través de la elaboración de una cartera de proyectos priorizados según los resultados de la Hoja de Ruta.
Para el tercer año, el equipo se encuentra en el proceso de postulación, nuevamente impulsando un trabajo colaborativo entre la Universidad de Magallanes, la Universidad de Aysén, el Instituto Antártico Chileno (INACH) y el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP). “Esta propuesta implica darle seguimiento a algunas iniciativas de la Hoja de Ruta actual, entonces este instrumento al igual que el Nodo no terminan en diciembre, sino que van a tener al menos una extensión de un año más. Aunque la postulación está en proceso de elaboración, uno de los principales objetivos será dar continuidad a esa forma de operar en términos de seleccionar primero, de identificar iniciativas y después de seleccionarlas y apoyarlas”, concluye el Director del Nodo Ciencia Austral.