La semana pasada las mujeres de Chile se manifestaron en varias ciudades del país al ritmo de “Un violador en tu camino”, la performance creada por el colectivo teatral Lastesis, resume las agresiones a las que las mujeres nos vemos expuestas desde temprana edad. La intervención es una crítica que interpela a las instituciones del Estado, al sistema Judicial y al sistema de control (policía, FFAA) respecto del rol de los Estados en la reproducción de la violencia a todos los niveles. No es arbitrario que se haya viralizado convocando a miles de mujeres en Chile y en el mundo, pues históricamente hemos sido subordinadas, ciudadanas de segunda clase en materia de derechos ya sea en Alemania, Chile o el Líbano.
Las mujeres desde la Grecia antigua hasta nuestros días hemos estado alejadas de los procesos de construcción del Estado, nuestro lugar ha estado en la casa, en la reproducción social, en el espacio de lo privado, mientras que los hombres han estado ocupados en la construcción de las instituciones, en el espacio de lo público. Ellos han escrito y debatido, por ejemplo en cabildos, en el congreso y en espacios privativos para las mujeres (como las conocidas reuniones de camaradería), sobre la construcción del país; han definido qué aspectos son los “importantes” de incluir en las Constituciones y cuáles no lo son, han definido un tipo particular de ciudadano y una forma específica de ejercer la ciudadanía.
En esas importantes definiciones, las mujeres no hemos estado presentes, pues el espacio de lo privado, de la casa, es por definición ajeno y opuesto al espacio de la polis. Como planteaba Simone de Beauvoir, todos los derechos de las mujeres, han sido ganados, anexados, no estuvieron desde el nacimiento de las cartas fundamentales. Son derechos que se han conseguido en la calle, en la lucha social feminista, con la llegada de más mujeres a las universidades, a los espacios políticos, a los espacios de toma de decisiones.
Una de las formas en que las mujeres comienzan a participar en el espacio público ha sido el ingreso al trabajo remunerado. Sin embargo, este mundo, estaba pensado para los hombres, por lo que los derechos de protección a la maternidad y de conciliación de la vida laboral y familiar se lograron después de que las mujeres pusieran estos temas sobre la mesa de negociación. La reducción de la jornada laboral de 12 a 10 horas, la posibilidad de amamantar a las/os hijas/os dentro de la jornada laboral, la existencia de apoyo al cuidado infantil (sala cuna, jardín, guardería) o los derechos maternales irrenunciables fueron demandas de las trabajadoras que se lograron con huelgas, protestas y movilizaciones.
En este importante proceso ciudadano que viviremos en abril próximo, es fundamental considerar que la composición de la Asamblea Constituyente sea paritaria en cuanto a géneros (hombres, mujeres, no binaries), con cuotas que permitan la representación de todos los territorios y de todas las mujeres y disidencias: indígenas, campesinas, académicas, migrantes, dueñas de casa, trabajadoras, empresarias, artistas, profesionales y estudiantes, entre otras.
Como Universidad de Aysén, asumimos el compromiso de generar espacios para la reflexión, para la búsqueda de respuestas colaborativas a los desafíos que enfrentamos como sociedad y como Unidad de Equidad de Género velamos porque esas respuestas incorporen la diversidad, el pluralismo y la equidad.
- Hayley Durán Bocaz
- Antropologa
- Magíster en Psicología
- Profesional Unidad de Equidad de Género
- Universiadd de Aysén