A propósito de un reciente caso de discriminación de una adolescente trans en una competencia de basquetbol en la ciudad de Coyhaique, nos preguntamos si existen bases científicas que sustenten la segregación por sexo en la mayoría de los deportes de competición. ¿Es la diferencia biológica entre hombres y mujeres la base de esta segregación? ¿Hay indicadores más allá del sexo que la sustenten? Por ejemplo, largo de extremidades, masa muscular, altura, etc. ¿Son los hombres más fuertes que las mujeres? ¿Son más resistentes? ¿o es simplemente que hemos naturalizado esta segregación?
Si nos remontamos a la historia de los deportes de competición encontramos que a las mujeres solo en el siglo XIX se les permitió competir. La exclusión sistemática de las mujeres en algunos deportes aparece como consecuencia de la asunción de la mayor debilidad e incompatibilidad de ellas con algunos deportes. Muchas de las restricciones para que las mujeres participaran en deportes se basaban en la supuesta protección del aparato reproductivo femenino, que como es de conocimiento común se encuentra de forma interna, mucho más protegido que el aparato reproductor masculino.
Durante la Primera Guerra Mundial se promovió el fútbol femenino en varios países europeos, sin embargo, en 1921 la Asociación de Fútbol Británica declaró que este deporte era “inadecuado para las mujeres”. Varios países se sumaron a esta prohibición, que duró hasta 1970.
Desde el año 1936, el Comité Olímpico Internacional ha establecido varios procedimientos denominados “exámenes de feminidad” que tienen como fin determinar la “feminidad” de las mujeres que participan en deportes: examinación ginecológica, medición del vello facial y corporal, niveles de testosterona, etc. Lo mismo ha ocurrido con asociaciones o federaciones de atletas a nivel internacional que inclusive llegaron al extremo de chequear los cromosomas de las atletas (el testeo obligado terminó en el año 1999. Sin embargo, se ha seguido usando en casos en los que existe “duda” respecto de si la atleta es una “verdadera mujer”.
Estos procedimientos están bastante en entredicho, principalmente desde la perspectiva de los derechos humanos y la ética. Toda esta segregación ha sido documentada por algunos/as investigadores levantando las alertas respecto de su impacto en la salud de las mujeres y disidencias sexo-genéricas, conceptualizándolo como un tema de salud pública.
Mientras que se reconocen los beneficios de los deportes en la salud de todas las personas, hay algunas personas que han sido históricamente excluidas de estos beneficios por pertenecer a un sexo/género distinto del masculino. Este es el caso de las mujeres en varios deportes (todavía en tenis las mujeres juegan solo tres sets, mientras los hombres juegan cinco), las personas intersexuales (que no pueden reducirse al binarismo sexo/genérico) y las personas trans (masculinas, femeninas y no binarias) que son cuestionadas por su participación en uno u otro grupo segregado por sexo.
Revisando la literatura disponible observamos que el deporte -así como el sexo y el género, tal como lo conocemos, es una construcción cultural, que ha sido establecida desde el patriarcado y desde los espacios de poder hegemónicos teniendo como imagen al hombre blanco heterosexual. Ya lo decía el Barón Pierre de Coubertin, quien modernizó los antiguos Juegos Olímpicos, en 1912: “Una atleta olímpica sería inconveniente, sin interés y estéticamente incorrecta. El verdadero héroe olímpico es, en mi opinión, el individuo masculino adulto. Los Juegos Olímpicos deben estar restringidos a los hombres, el rol de las mujeres debe ser el de coronar a los ganadores”.
¿No creen que ya es tiempo de cambiar el paradigma? Pensar el deporte como un derecho de las personas en toda su diversidad es uno de los grandes desafíos para nuestra sociedad. Para que no vuelva a ocurrir una vulneración de derechos como la que se vivió en Coyhaique en el contexto deportivo, necesitamos comprender que vivimos en una sociedad diversa, que las personas son más que cromosomas XX e XY, que nuestra riqueza está en la diversidad que el binarismo de género reduce.