11 mayo 2020
Universidad de Aysén en tiempos de Covid-19
Natacha Pino Acuña
Rectora de Universidad de Aysén
La pandemia del covid-19 nos cayó a todos y todas como un balde de agua fría. Se veía lejana, a millones de kilómetros de distancia. Hasta que, con cautela, vimos como Chile no estaba exento, ni tampoco nuestra lejana y aislada Región de Aysén. Observamos con asombro cómo una remota localidad como Caleta Tortel se tomaba los noticieros para confirmar que, el temido “Coronavirus”, comenzada a afectar cada uno de los espacios de la vida y por cierto, de la educación.
Nos hemos tenido que adaptar de tantas y tan distintas maneras, que aún parece surrealista hablar de mascarillas, distancia social, crisis, emergencia, catástrofe. Palabras que resuenan en todos los aspectos de la vida un país y del mundo completo.
Para la educación superior esto supuso y aún supone un desafío gigante. Tuvimos que alejarnos de las aulas, ese espacio comunitario y fundamental para la vida universitaria. La urgencia de encontrar soluciones rápidas nos llevó a replantearnos todo. El trabajo remoto, las clases online, la flexibilidad a la hora de adecuar los procedimientos requirió del trabajo colaborativo de toda nuestra comunidad universitaria, con el único fin de resguardar la salud de todos y todas para el desarrollo del proceso académico con todas las dificultades que esto implica.
En un territorio aislado y con escasa conectividad como es Aysén, el primer desafío fue pensar en cómo estudiantes de localidades muy distantes de la capital de la región iban a realizar clases online, considerando que muchos no cuentan con acceso a internet, muchas veces solo existe un computador en la casa o tal vez ninguno, por lo que decidimos apoyarlos con equipamiento y conectividad para que pudieran desarrollar su proceso académico de la mejor manera posible.
Hasta hoy, podemos decir que el resultado ha sido exitoso. La asistencia y participación bordea el 90%.
Pero el enfoque también debe estar orientado en el cuidado de las personas, en la salud mental, que hoy resulta más importante que nunca. La incertidumbre que provoca esta situación inédita trae aparejadas emociones como angustia, tristeza y miedo. Cada familia es un mundo y compatibilizar vida familiar, labores domésticas, cuidado de niños y niñas, de adultos mayores, sumado a la carga laboral o estudiantil, es una carga triple que es fundamental atender.
¿Cómo entregamos certezas en medio de tanta incertidumbre? Estar atentos, ocupados en buscar soluciones, aportando soluciones rápidas y concretas, y en esto la academia tiene mucho que decir. Hoy no es tiempo de individualismo ni de colores políticos. El virus no distingue nada de eso. El trabajo colaborativo es clave y ese es justamente el rol de las universidades del Estado. Como casa de estudios hemos trabajado distintas iniciativas como por ejemplo el modelamiento de datos, entregando información que permita proyectar la situación de la pandemia en la región, poniendo a disposición de las autoridades sanitarias equipamiento de nuestros laboratorios para apoyar la detección de la enfermedad y la fabricación de elementos de protección para el personal de salud de nuestra región.
El desafío que viene es prepararnos para un retorno progresivo y con todas las medidas de seguridad que esto requiere. Sin duda, el desafío es poder adaptarnos al gran cambio que esto significará, no solo en nuestra manera de vivir, sino también en la forma en que hacemos universidad.
Finalmente, esto no solamente se trata de estar bien en lo particular, sino de cómo ayudamos a que la región también lo esté y para eso ponemos a disposición todas nuestras capacidades institucionales desde todos los ámbitos posible, como parte de nuestro rol y compromiso como universidad pública y regional.