En educación, en política, en ciencias, en el mundo privado y en muchos otros ámbitos, no es ningún misterio que la participación de mujeres es considerablemente más baja que la de los hombres. Y las cifras así lo avalan y no solo eso, resultan incomprensibles cuando las mujeres conformamos más del 50% del país, según cifras del Censo de 2017. Solo a modo de ejemplo, según datos del INE, durante el año 2020, la brecha de participación de mujeres en cargos de representación popular, alcanzó un -54.55%.
En 2017, se observó una brecha en la tasa de ocupación en desmedro de las mujeres de 21.7%. Además, menos mujeres accedieron a trabajar en puestos asalariados de responsabilidad y/o decisión de empresas, con una brecha de -35,3.
Los ejemplos son muchos y en el área de la educación superior, la situación no es muy distinta. Solo el 8,3 % de las universidades públicas y privadas, tienen mujeres como rectoras. Y, en el caso de los Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales, el 27.8% de ellos, son liderados por mujeres. Es más, en el caso de las universidades chilenas agrupadas en el CRUCH (que incluye 30 casas de estudios públicas y privadas del país), solo la Universidad de Aysén, es liderada por una mujer.
Estos datos nos llevan a pensar, y a actuar en pos de mejorar la participación femenina en todas las áreas de desarrollo. Y en ese sentido, el escenario que se está dando en algunas universidades, es alentador. Actualmente, hay cuatro candidatas a rectoras en plena campaña, distribuidas en tres universidades del Consejo de Rectores, lo que es sin duda una señal de que la situación va cambiando y las mujeres vamos asumiendo un rol de liderazgo en nuestras propias instituciones.
Resulta, entonces, fundamental que seamos nosotras las primeras en apoyar a otras mujeres líderes, visibilizar sus espacios y sus logros, para avanzar firmes y pese a todas las adversidades, en posicionarnos en cada una de nuestras áreas.
Según datos de la Unesco de 2017, se mantienen importantes brechas en la participación de las mujeres en el mundo de la academia, representando solo el 31% del total de profesionales con doctorado, situación que se agudiza en el sector de Ingeniería y Tecnología, donde son apenas el 19% .
Las brechas existen, además, en la paridad dentro de los cuerpos académicos. Desde la Universidad de Aysén, hemos avanzado, por ejemplo, en la paridad en la planta académica. Al año 2019, teníamos un 29% de mujeres académicas, cifra que creció a un 40% al año 2021. ¿Cómo seguir avanzando para disminuir las brechas en todos los ámbitos?. Con voluntad, conciencia de la importancia que esto significa y con colaboración, no solo entre las propias mujeres, sino entre las comunidades en su totalidad.
Decisiones políticas y estratégicas, decisiones técnicas, cambios en las estructuras curriculares y en las distintas reglamentaciones que rigen las casas de estudios, son parte de las medidas necesarias para concretar los cambios que buscamos instalar la certeza de que entre todas, podemos romper las barreras invisibles.