Durante el mes de mayo, más de 700 líderes y lideresas académicas nos reunimos en el V Encuentro Internacional de rectores y rectoras, realizado en Valencia, España, y organizado por Universia. Una oportunidad única para discutir y abordar los desafíos actuales y futuros que enfrenta la educación superior, en un momento de cambios y transformaciones que tienen su origen en aspectos como la globalización, la revolución tecnológica y los desafíos socioeconómicos que exigen a las instituciones de educación superior adaptarse y reinventarse constantemente.
En este contexto, y al igual que la hoja de ruta emanada de la 3ª Conferencia Mundial sobre la Educación Superior de la UNESCO (WHEC2022), celebrada en mayo de 2022, la Declaración de Valencia juega un papel fundamental al entregar un marco de referencia y orientación para abordar estos desafíos desde los propios contextos particulares desde cada una de nuestras instituciones.
La declaración establece siete puntos claves, a los que cada rector y rectora asistente nos comprometimos, como por ejemplo, la importancia de la colaboración internacional, la equidad y la inclusión, la formación integral de los estudiantes y la calidad educativa en la educación superior.
El primer punto de la declaración establece la necesidad de reforzar la misión de la universidad para que la docencia, la investigación y la transferencia del saber integren los retos sociales, medioambientales y económicos, redoblando así el compromiso y las acciones hacia el bienestar y el progreso de nuestras comunidades, del planeta y de la sociedad en su conjunto.
Si pensamos en la sociedad actual, compleja, con serios problemas de salud mental, cambiante y dinámica, me resulta particularmente destacable el compromiso de la Declaración de Valencia con la formación integral de las y los estudiantes. Contar con habilidades y competencias más allá de los conocimientos académicos, como habilidades interpersonales, socioemocionales (conocidas como habilidades blandas o estratégicas), permiten a las personas interactuar eficazmente con otros, adaptarse a situaciones cambiantes, resolver problemas, comunicarse de manera efectiva y tener un desempeño exitoso en diversos ámbitos de la vida. Estas herramientas no son solo gravitantes para la vida cotidiana, son también muy apreciadas en el mundo laboral.
Este acuerdo del que hemos sido parte nos insta también a facilitar las distintas formas de movilidad para las y los estudiantes, académicas y académicos de las universidades -incluyendo la movilidad geográfica, virtual e intersectorial- en aras de fomentar el intercambio y enriquecimiento cultural, así como la educación abierta e inclusiva. Este punto es crucial si entendemos la movilidad como una herramienta que permite el intercambio de experiencias, conocimientos e ideas entre distintas culturas, metodologías de aprendizaje y las diferentes formas de hacer universidad según el punto del mapa en el que se encuentre. Enfrentarse a otros puntos de vista, enfoques y estilos de vida no solo promueve la transferencia de buenas prácticas y conocimientos, también promueve la superación de prejuicios, activando dos valores esenciales: tolerancia y empatía.
Así, la Declaración emitida durante el V Encuentro Internacional de rectores y rectoras marca un hito en la construcción de una educación superior de excelencia, con el foco puesto en el futuro. Un futuro que solo podemos enfrentar a través de la colaboración y objetivos comunes y conjuntos, con la vista puesta siempre en la formación de profesionales competentes, resilientes, flexibles, adaptables y comprometidos con sus comunidades y la sociedad.